Quienes tienen hijos que sufren del trastorno de déficit de atención, o TDAH, están siempre buscando nuevas estrategias para ayudar a sus pequeños a superar este problema; un estudio reciente sugiere que estar en contacto con la naturaleza puede ayudar.
Según una nota publicada por The New York Times, un estudio realizado por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign analizó de qué manera el ambiente influye en la capacidad de concentración de un niño.
Los investigadores evaluaron a 17 niños con el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, o TDAH, quienes participaron en tres caminatas diarias de 20 minutos por un parque, una colonia residencial y un área del centro de la ciudad.
Después de cada caminata, se les aplicó un examen estándar llamado Digit Span Backwards, en el que se les dicen en voz alta una serie de números y luego los niños los repiten. Esta prueba es una herramienta útil para medir la atención y la concentración de los niños debido a que la práctica no mejora la calificación. El orden de las caminatas fue distinto para todos los niños y quien aplicaba las pruebas no sabía cuál de las caminatas había tomado el niño.
El estudio, publicado en la versión en línea de la revista de Desórdenes de Atención, encontró que los niños se podían concentrar mejor después de haber tomado una caminata “verde”, en comparación con caminatas en otros escenarios.
Aunque el estudio es pequeño, los resultados apoyan otros estudios que sugieren que los escenarios naturales sí influyen en la salud psicológica.
En 2004, una encuesta realizada a padres de 450 niños arrojó que las actividades en exteriores “verdes” redujeron los síntomas del TDAH en mayor medida que las actividades en otros escenarios.
“Lo que este estudio en particular nos dice es que el ambiente físico sí importa”, indicó Frances E. Kuo, directora del Laboratorio de Paisaje y Salud Humana de la Universidad. “No sabemos qué del parque- lo verde o la ausencia de edificios- es lo que mejora la atención”.
La doctora Kuo indicó que en el estudio se utilizaron controles estrictos para garantizar que las caminatas fueran idénticas excepto por el ambiente: con quién estaba el niño, los niveles de ruido, la duración, la hora del día y si el niño estaba medicado.
“Si manteníamos todo igual y sólo cambiábamos el ambiente, observábamos una diferencia en lo síntomas de los niños”, indicó el doctor Kuo. “Y eso es completamente nuevo; nadie ha hecho un estudio para observar a un niño en ambientes diferentes, en una comparación controlada donde todo lo demás es lo mismo”.
A pesar de que es pequeño, el estudio es importante debido a que involucra un examen de atención objetivo y no depende de las impresiones de los niños o los padres. Quienes participaron en el estudio fueron niños no medicados y quienes normalmente se medicaban dejaron de tomar las medicinas durante el estudio.
Los científicos descubrieron que “una dosis de naturaleza” funcionó tan bien o mejor que una dosis de medicamento en la capacidad de los niños para concentrarse. Lo que no está claro es por cuánto tiempo puede durar el efecto de la naturaleza.
La doctora Kuo indicó que aunque existen “señales” de que la naturaleza ofrece beneficios, la ciencia aún no está tan avanzada como para darles a los padres una fórmula estricta.
“No podemos decir con certeza: ‘dos horas de juego en el exterior les ofrecerá tantos días de un buen comportamiento’”, dijo. “Lo que sí podemos decir es que 20 minutos de exposición en el exterior podría darles potencialmente una tarde o un par de horas para hacer su tarea”.
La doctora Kuo señaló que es notable que los mismos padres reportan consistentemente los beneficios que la naturaleza les ofrece a sus hijos. “Una de las razones por las que creemos que esto funciona es que si los efectos fueran a corto plazo, los padres no lo observarían de forma tan consistente”, indicó.